Siempre desde pequeña me gustaba recordar el pasado, lo que ya había vivido y siempre me parecía que esos momentos eran mejores que los que vivía entonces. El pasado siempre nos trae nostalgia, felicidad cuando volvemos a revivirlo pero también añoranza y tristeza porque ya no volveremos a estar ahí. Pero, a veces, cuando nos pasamos tanto tiempo mirando hacia atrás no nos damos cuenta de lo que nos estamos perdiendo en ese preciso instante. Nos perdemos disfrutar de los pequeños detalles que nos hacen sentir bien en este preciso momento, porque estamos demasiado ocupados viviendo recuerdos que hoy nos parecen mejores porque, en cierto modo, ahora es cuando los vivimos, no en su momento en el que tampoco los disfrutaríamos lo suficiente porque también, quizás estábamos recordando otros momentos y no disfrutando de aquel.
En definitiva, lo que intento decir es que no nos dejamos llevar por esas pequeñas cosas que van pasando segundo a segundo por nuestra vida, disfrutar de cosas tan sencillas pero tan hermosas como una puesta de sol, un baño en el mar, observar lo maravillosa que es la naturaleza y el ser humano, el sentir como la lluvia cae sobre nuestro cuerpo, notar la fría arena en nuestros pies, disfrutar de un gran sorbo de agua cuando estamos sedientos,...no sé, cosas tan insignificantes que pasan desapercibidas en nuestra vida diaria pero que si nos paramos a sentirlas y disfrutarlas, nos recargarían un poquito más de energía y nos harían desconectar de este mundo de prisas y preocupaciones en el que vivimos.
Hace muy poco, me sentía tan normal, como si no sintiera nada, como si de repente se hubiera ido mi paz interior y no lograra encontrarla. Lo intentaba, lo intentaba, pero más me frustraba porque no lo conseguía. Era un sentimiento muy extraño porque no me sentía mal pero tampoco bien del todo. De repente, todo aquello con lo que disfrutaba, ya no me hacía sentir bien, no me apetecía hacer esas cosas que antes me llenaban y me hacían sentir libre, completa, radiante de vida. La verdad es que no sé muy bien qué había dentro de mí para tener esas sensaciones, pero alguien me dió un consejo que voy llevando a cabo y que creo me está ayudando, y es no darle vueltas a esa sensación e intentar recuperar la antigua, es decir, intentar relajarme, no pensar en nada y disfrutar de esas cosas que me hacían sentir tan bien. Y, por momentos, voy recuperando un poco esa fuerza, aunque es verdad que no consigo llegar a esa plenitud, esa sensación de seguridad, de que nada me importaba en ese momento porque era enormemente feliz conmigo misma, pero poco a poco, si sigo mis metas, si conecto más conmigo, sé que lo volveré a encontrar.
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